21 COMO GÖERING LOGRO ELUDIR LA HORCA
"La sentencia de muerte no significa nada para mí, pero mi reputación histórica significa mucho" (Herman Goering)
Hermann Wilhelm Goering (1893-1946) fue uno de los primeros miembros del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán y también uno de los líderes del régimen de Adolf Hitler, En 1935 fue nombrado comandante de la fuerza aérea alemana (Luftwaffe) cargo que ostentó hasta el final de la II Guerra Mundial.
En 1938 Hitler le designó sucesor y representante suyo en todas las instituciones. Tras la caída de Francia en 1940, le concedió el rango de Reichsmarschall, un cargo superior al del resto de comandantes de la Wehrmacht. Informado el 22 de abril de 1945 de la intención de Hitler de suicidarse en Berlín, decidió enviarle un telegrama en el que pedía permiso para asumir el control del Reich. Considerado por Hitler a instancias de su secretario Bormann un acto de traición le retiró todos sus cargos, lo expulsó del partido y ordenó a las SS su arresto domiciliario en Obersalzberg.
El 26 de abril, el complejo en Obersalzberg estaba bajo ataque de los aliados, por lo que fue trasladado a su castillo en Mauterndorf. El 5 de mayo que fue liberado por una unidad de la Luftwaffe dirigiéndose con ellos hacia las líneas norteamericanas con la esperanza de rendirse y no caer en manos de los soviéticos. Esperaba ser tratado por los estadounidenses con el respeto que conllevaba su cargo, pero no sería así. Fue detenido en Radstadt el 6 de mayo por miembros de la 36.ª División de Infantería del Ejército de los Estados Unidos. Se le trasladó al campamento Ashcan, un campo de prisioneros temporal situado en Palace Hotel de Mondorf-les-Bains en Luxemburgo, mientras permanecía a la espera de ser juzgado como criminal de guerra y donde fue tratado de su adicción a la codeína (un derivado suave de la morfina) y se le impuso una dieta estricta lo que le hizo perder alrededor de 27 Kg.
Palace Hotel rodeado de alambradas y torre de vigilancia
Grupo de prisioneros nazis en el Hotel Palace con Göering al frente
En septiembre de 1945, junto a otros altos cargos nazis, se le trasfirió a Nuremberg, donde a partir de noviembre se constituirían los tribunales militares, siendo el segundo funcionario de mayor rango juzgado en Nuremberg, tras el presidente del Reich (ex almirante) Dönitz. La fiscalía presentó una acusación de cuatro cargos, como el de conspiración, librar una guerra de agresión, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Su megalomanía hizo que se considerase el acusado estrella y una figura histórica, siendo obligado en diversas ocasiones a permanecer en silencio mientras estaba sentado en el banquillo de los acusados, tomaba notas, gesticulaba continuamente, sacudiendo la cabeza o riéndose, pero enfatizó su lealtad a Hitler y negó cualquier tipo de complicidad en los crímenes cometidos por los nazis. Durante los descansos trataba de influir en el testimonio de otros acusados por lo que finalmente fue puesto en confinamiento solitario.
Los guardias recibieron órdenes de tratar a los prisioneros con humanidad y dignidad, pero mantuvieron un riguroso protocolo de seguridad en la prisión. Cada prisionero estaba bajo observación constante, con un guardia apostado frente a la puerta de cada celda, y los guardias conversaban libremente con los prisioneros. Los guardias solo podían llevar palos de blackjack, y los turnos duraban 24 horas, seguidas de otras 24 horas libres. Durante los juicios, los guardias escoltaban a los prisioneros dentro y fuera de la sala del tribunal, y permanecían en posición de descanso durante todo el procedimiento. Para mantener a los guardias alerta durante las sesiones, se rotaban cada dos horas, y cada guardia tenía cuatro horas libres.
En un intento de despersonalizar a los prisioneros se les asignó un número por el que se les conocía en lugar de sus apellidos. Después de que uno de los acusados, Robert Ley, ex director del Frente Laboral del país, se ahorcara de un tubo de desagüe con una toalla rota, los prisioneros eran mantenidos bajo constante vigilancia visual desde el exterior de las celdas por los guardias las 24 horas del día, y mientras dormían eran obligados a hacerlo con la cara y las manos expuestas por encima de las mantas en todo momento.
El juicio duró 218 días y las sentencias fueron leídas el 30 de septiembre de 1946. Fue encontrado culpable de los cuatro cargos y condenado a muerte en la horca. Tras escuchar el veredicto, Göring le dijo al soldado que lo custodiaba: "Bueno, a fin de cuentas, cargo con la pena máxima". Presentó una apelación solicitando que le dispararan como soldado en lugar de ser ahorcado como un delincuente común, pero el tribunal se negó. Se fijó su ejecución para el miércoles 16 de octubre de 1946 a la una de la madrugada.
El día 15 de octubre transcurrió con relativa normalidad. Por la mañana los prisioneros habían notado caras nuevas, ruidos y movimientos en la prisión. Estaba armando los cadalsos en el gimnasio de la prisión para las ejecuciones que se iban a llevar a efecto esa madrugada. Por la tarde, el pastor Gerecke, se negó a dar la comunión a Goering ante su ausencia de arrepentimiento. A las 20:00 horas le registraron la celda. Después leyó un libro sobre los pájaros migratorios de África. Un poco antes de las 21:00 horas se enfundó el pijama para ir a dormir, media ora más tarde parecía entrar en somnolencia. Hacia las 21:35 horas, el doctor Ludwig Pfücker que asistía a los reos entró en la celda para suministrarle un sedante como cada noche, en sus memorias sostuvo que sustituyó los sedantes por un placebo para evitar que Goering entrara en un sueño profundo, ya que poco después sería llevado al patíbulo. Pero esto nunca ocurrió.
Durante el cambio de guardia sobre las 22:00 horas, el soldado centinela Harold F Johnson no observó ninguna anomalía a través de la mirilla por la que era vigilado permanentemente. Minutos después, a las 22:40 horas aproximadamente, dos horas antes de la sentencia, el ex número dos de Hitler, el prisionero se desplazó un poco hacia el muro, para retomar su posición al cabo de unos dos minutos. Hacia las 10:45 horas, el vigilante apreció síntomas de ahogo en el reo con un ruido extraño. El centinela avisó rápidamente al cabo de guardia y este inmediatamente al médico, quienes sólo pudieron constatar su agonía y a pesar de los intentos por reanimarlo falleció minutos después. Junto a su cuerpo un pequeño tubo de latón y un olor a almendra amarga, así como restos de vidrio roto en su boca señalaban la posible ingestión de cianuro de potasio.
El cuerpo del mariscal fue fotografiado y mostrado en el lugar de la condena a los periodistas-testigos de las ejecuciones. A la mañana siguiente, sus restos fueron trasladados, como los del resto de los ejecutados, a un barrio de Múnich donde fue incinerado. Sus cenizas arrojadas a las aguas del Conwentzbach, un pequeño afluente del río Isar.
En el momento del suicidio en su mano izquierda se encontraron varios folios arrugados, eran cuatro cartas escritas a lápiz, donde intentó escribir su epílogo con tonos de victoria y desafío, no sin despedirse de su esposa Emmy y justificar su suicidio porque ¨un mariscal del Reich no podía morir en el cadalso¨. En la misiva dirigida al jefe de la prisión de Nuremberg, el coronel Burtoni Andrus, donde señalaba ¨que el personal de la guardia no está implicado en el suicidio del mariscal del Reich¨ y manifestaba haber conservado la cápsula escondida durante catorce meses. Pero ¿Cómo obtuvo el líder nazi aquella cápsula?, aún hoy en día aún es algo que sigue siendo un misterio y planea sobre el horizonte las dudas de quien se la pudo proporcionar.
El coronel Andrus ordenó de inmediato abrir una investigación. Los guardianes diariamente revisaban las ropas de los prisioneros y los objetos que les pertenecían. Una mirilla permitía al vigilante observar en todo momento a los presos en sus celdas, que apenas contenían una colchoneta militar, una pequeña mesa y una silla. Después de cada comida los prisioneros debían devolver el plato y la cuchara. La luz eléctrica era regulada desde el exterior y los cristales de las ventanas habían sido sustituidos por celofán. No había perchas, ni estaba permitido colocar fotos o dibujos en las paredes. Por las noches, los prisioneros entregaban toda su ropa, hasta las gafas y los reconocimientos médicos eran frecuentes y minuciosos. También se les cambió en alguna ocasión de calabozo.
Las primeras sospechas apuntaron a su esposa, la actriz Emmy Sonnemann, quien quizá pudiera haber entregado la cápsula cuando besó a su marido a través de la reja en su última entrevista el 7 de octubre, pero su implicación fue pronto descartada por el coronel Andrus responsable de la prisión, que sostuvo que esta mujer no había tenido ninguna oportunidad de introducir absolutamente nada en el presidio. Después las sospechas se dirigieron al barbero alemán que atendía a Goering pero este siempre hacía su trabajo en presencia de un vigilante armado. Su abogado Otto Stehmer también estuvo en el punto de mira de los investigadores, pero también descartado por las rigurosas medidas de seguridad de las visitas
Después de numerosas entrevistas, el informe final señalaba que posiblemente Goering hubiera podido tener escondida la cápsula de cianuro desde hacía tiempo o bien en la cavidad de una muela u oculta en alguna de sus pertenencias. Este informe logró acallar las cábalas durante un tiempo, hasta que en 1950 una revista de Múnich aseguró haber descubierto a la persona que proporcionó el veneno y que identificó como el periodista austriaco Peter Martín Bleibtreu quien dijo haber podido acceder a la sala cuando se encontraba vacía y ocultado y fijado con goma de mascar la ampolla de cianuro bajo el banquillo que ocupaba el mariscal del Reich, poco ante de la última sesión, fue detenido interrogado y considerada una teoría absolutamente descabellada por las importantes medidas de seguridad establecidas.
Tampoco tuvo gran credibilidad, cuando poco después en 1951, el exgeneral de las SS Erich von dem Bach-Zelewski que compareció como testigo en Nuremberg se presentó ante las autoridades norteamericanas asegurando que fue quien proporciono el veneno a Goering en un pasillo de la cárcel habiendo incrustado previamente la ampolla en una pastilla de jabón. Aunque esta versión fue aceptada durante un tiempo, fue perdiendo crédito con el paso de los años.
La teoría mas aceptada en la actualidad y que aparece como personaje central en el suicidio de Göring fue el teniente estadounidense Jack G Wheelis (1913-1954). Ben Swearingen, autor de El misterio del suicidio de Hermann Göring, le atribuye haber sido la persona que le facilitó el veneno.
Wheelis fue jugador de fútbol americano en la Universidad de Texas Tech, graduándose en 1941, inmediatamente entró en servicio activo en el ejército de EEUU (al que perteneció hasta su muerte). Sirvió en la II Guerra Mundial. En 1946 fue destinado a Nuremberg y asignado como guardia durante los famosos juicios por crímenes de guerra, allí parece que Hermann Göring logró cautivar con su personalidad y gracias a la afición por la caza, una buena relación con Wheelis. Este oficial americano tenía acceso al depósito de la prisión donde se encontraban las pertenencias de Göring, Allí parece que dentro de un bote de crema se ocultaba una funda de latón del tamaño de una bala en cuyo interior se encontraba escondida una cápsula de cianuro no teniendo inconveniente en facilitárselo para su dermatitis con cierta regularidad para evitar sospechas y posiblemente sin saber lo que ocultaba en su interior. En alguna de la ocasiones viendo próxima su ejecución pudo hacerse con la cápsula y ocultarla en el calabozo o entre sus ropas.
Parece que no fue el único favor ya que ayudó a sacar algunas de las cartas que el nazi escribió a su esposa y a su pequeña hija. El militar fue recompensado, entre otras cosas, con una foto autografiada de Göring que decía ¨para el gran cazador de Texas¨, una pluma estilográfica Montblanc, una pitillera, unas postales y un famoso reloj de pulsera Lange de plata con la firma del Reichsmarshall grabada, que Wheelis luce en una fotografía realizada después de los juíciòs. Algunos de estos objetos aparecieron en una casa de subastas tras su muerte.
Jack Wheelis permaneció en el ejército tras regresar a Estados Unidos como oficial de inteligencia. En 1954 con 41 años falleció de una enfermedad cardiaca en el hospital de Fort Hood y se llevó sus secretos a la tumba. La viuda se deshizo en una casa de subastas de alguno de los objetos que le fueron reglados a su marido, como la pluma estilográfica y el famoso reloj.
Reloj de Göering con el reverso firmado junto al número de serie
La versión del oficial texano ayudando a su amigo Göering a anticiparse un par de horas a su ejecución y evitar la vergüenza de la horca sigue siendo una de las teorías más aceptadas entre los expertos.
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