18 LA CRUZ ROJA Y EL III REICH
¨El CICR no logró proteger a los judíos perseguidos y asesinados por el régimen nazi, fracasando como organización humanitaria porque perdió su brújula moral¨.
(Peter Maurer) Presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) es una de las organizaciones de ayuda humanitaria más antiguas. Fue fundada en 1863 por Henry Dunant y con sede en la ciudad de Ginebra en Suiza. Se trata de una organización humanitaria no gubernamental dedicada a garantizar la protección y asistencia a las víctimas de la guerra. El CICR dio origen a varias organizaciones de la Cruz Roja en todo el mundo como sociedades nacionales .
Grabado con los cinco fundadores Documento original
Al analizar las circunstancias que permitieron el exterminio de seis millones de judíos, entre ellos, 1,5 millones de niños, además de cientos de miles de otras personas, todos asesinados en masa en las ¨fábricas de la muerte¨ de la Alemania nazi, surge la pregunta: ¿Dónde estaba el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), la principal organización humanitaria del mundo?.
Durante la presidencia de Hans Max Huber (1928-1944) el CICR intentó mantener su neutralidad y evitar conflictos con los Estados beligerantes. Por ello, procuraba intervenir a través de las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja (SNCR), normalmente un apéndice político del Estado al que representaban y, en consecuencia, escasamente neutrales, como así ocurrió en Alemania. Además Huber tenía grandes intereses económicos con el gobierno alemán al formar parte del consejo de administración de empresas metalúrgicas como Alususuisse y Oerlikon Contraves, esta última estaba completamente dedicada a la fabricación y al desarrollo de armas antiaéreas, famosa por su cañón automático Oerlikon 20 mm utilizado durante la Segunda Guerra Mundial y todavía en uso hoy en día en numerosas fuerzas armadas.
Poco después de que Hitler se hiciera con el gobierno en enero de 1933, el Partido Nazi logró hacerse progresivamente con el control de la Cruz Roja alemana (DRK) que una vez expulsados a los judíos, se convirtió en una organización legalmente reconocida por las autoridades nazis. A finales de 1938, la DKR contaba con alrededor de 2,5 millones de miembros y pasó oficialmente a quedar bajo el control del Ministerio para la Organización del Bienestar Social Interior, con Ernst Robert Grawitz (1899-1945) médico y oficial de las SS, como presidente interino. Quien a finales de abril de 1945, cuando Hitler no le permitió abandonar Berlín se suicidó matando antes al resto de su familia haciendo explotar dos granadas en su domicilio de Babelsberg a unos 25 km. de Berlín. Responsable de experimentos con seres humanos en los Campos de exterminio debió tener muy claro que no sobreviviría a la captura ni a un posible juicio.
Durante la década de 1930 el vicepresidente de la CICR era Carl Jacob Burckhardt (1891-1974) una figura muy importante dentro de la organización. Diplomático e historiador suizo era un hombre muy ambicioso que consideraba al CICR un trampolín que, en última instancia, podría hacerle avanzar en su carrera diplomática. Siempre había demostrado bastante afinidad con el gobierno de Hitler y lo consideraba como un pilar de la civilización y mal necesario en la lucha contra el comunismo. Por otro lado, tampoco parecía simpatizar con los judíos, como así queda constancia cuando en 1933, antes del inicio de la guerra, afirmó en una carta privada a un amigo que: ¨hay un cierto aspecto del judaísmo que un pueblo sano debe combatir¨.
En 1936 Burckhardt asistió como invitado a los Juegos Olímpicos de Berlín. Después envía una carta de gratitud y de pasada le profesa a Hitler su más profunda devoción al indicar: ¨Es una magnifica hospitalidad y una organización excelente me ha permitido recorrer toda Alemania en una semana escasa y descubrir la realidad verdaderamente faústica de las autopistas y del servicio del trabajo del Reich¨. Durante su periodo de diplomático y como alto comisionado de la Sociedad de Naciones para Danzig (1937-1939), Burckhardt actuó con mucha cautela, tratando de favorecer las reivindicaciones alemanas sobre la Ciudad Libre, ansioso por no molestar a los líderes alemanes. En septiembre de 1937, Burckhardt visitó Berlín, donde se reunió con Adolf Hitler en la Cancillería del Reich, donde intentó alagar a Hitler llamándolo ¨Realpolitiker¨ (político práctico).
Por ello, durante mucho tiempo el CICR afirmaba que su trabajo se basaba en la Convención de Ginebra, y que la Convención de 1929 estaba diseñada para prisioneros de guerra, por lo que no tenían autoridad en los casos de prisioneros ¨civiles¨ en campos de concentración. y que el encarcelamiento masivo de judíos era un asunto interno de Alemania y trataba siempre que podía delegar el asunto en la Cruz Roja Alemana (DKR) a pesar de que sabía que estaba ¨profundamente nazificada¨ y que sus líderes participaban en la persecución y el genocidio. En cualquier caso, no parece que fuese la falta de cobertura legítima, sino la falta de voluntad política, lo que impedía al CICR asumir desde 1933, y más aún desde 1939, la defensa de los judíos perseguidos por Hitler, de los internados en campos de concentración, etc.
Cuando a partir de 1933 que se implementó el sistema de campos de concentración, la DKR aseguró a la CICR que ¨el nivel de vida en los campos (de concentración) era más alto que aquel al que estaban acostumbrados la mayoría de los prisioneros¨. Finalmente, y ante la presión de la opinión pública sobre las condiciones de vida y el trato de las personas detenidas, no le quedó mas remedio que inspeccionar el 19 de agosto de 1938, el campo de concentración en Dachau que se había sido abierto en 1933.
Burckhard lo inspeccionó personalmente y en una declaración oficial, elogió al comandante de Dachau por su ¨disciplina y decencia¨, diciendo: ¨Debemos reconocer, con toda objetividad, que el campo de Dachau es un modelo en su tipo en términos de la forma en que está construido y gestionado¨. Esa postura dio sus frutos, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels, elogió a Burckhardt cuando escribió en su diario: ¨Este hombre puede ser útil algún día. Es una pena que no tengamos diplomáticos como él¨. Otro miembro del CICR que participó en dicha visita llamado Guillaume Faivre escibió: Ën todos los sitios reina el orden y la higiene incluso una cierta elegancia¨. Cuando finalizó la guerra 30.000 personas habían muerto asesinadas en Dachau.
A partir de otoño de 1941 los trenes cargados de deportados atraviesan toda Europa y ya es difícil ocultar la situación. La estación berlinesa de Grunewald es donde se inician casi diariamente muchos de estos viajes sin retorno con deportados hacia el este y delante mismo de los delegados de la cruz roja alemana (en el anden 17 de esta estación actualmente podemos encontrar un pequeño memorial). El CICR alojado en el Hotel Metropole de Berlín desde el comienzo de la guerra no reacciona. Considera que tiene que mantenerse neutral y que no hay ningún mandato que lo inste a ayudar a los civiles. El presidente Max Huber y su segundo Karl Jacob Burhardt no quieren saber nada y poner en peligro sus buenas relaciones con las autoridades del III Reich. Por encima de todo había que garantizar que los alemanes tratan correctamente a los prisioneros de guerra.
Pero el mayor engaño para la vergüenza del CICR se produjo en la visita al guetto checo de Theresienstadt el 23 de junio de 1944. Después de la deportación de 476 judíos daneses en octubre de 1943, los líderes políticos de ese país, desde el rey Cristián hacia abajo, insistieron en que la Cruz Roja Danesa pudieran visitarlos para obtener información de primera mano sobre el trato que recibían en Theresienstadt. Los diplomáticos alemanes cedieron a la presión de la Cruz Roja Danesa y a la Cruz Roja Internacional para evitar un conflicto que perjudicara sus intereses en ese momento. Goebbels escribió en su diario: ¨Dependemos tanto de la cruz roja, sobre todo en lo referente a los prisioneros de guerra que no sería prudente enfrentarnos¨.
Entrada al ghetto de TheresienstadtLa visita fue un engaño planificado por parte de la Oficina Principal de Seguridad del Reich (RSHA) quien ordenó que ¨prepararan las instalaciones¨ para disimular las condiciones y representar una atmósfera de normalidad. Primero, se alivió la masificación con unos 7.500 judíos débiles y enfermos que fueron deportados y después obligaron a los ¨residentes¨ al ¨embellecieron el lugar¨. Se crearon jardines y zonas infantiles, se pintaron los barracones para que parecieran casas, se reformaron algunos edificios, se asfaltaron calles, se dio dinero a la gente e incluso se fingieron que había comercios, un banco judío e incluso hasta una sinagoga. Todos, hablaron con algunos de sus habitantes, presenciaron un partido de fútbol y asistieron a una representación de una opera infantil.
La inspección fue realizada por dos delegados de la CICR y uno de la Cruz Roja Danesa tuvo casi ocho horas de duración. Estuvieron acompañados por el comandante de las SS Karl Rahm (1907-1947) tercer y último comandante responsable del Guetto. Quien posteriormente en las postrimería del conflicto intentó huir el 5 de mayo de 1945, siendo capturado por las fuerzas estadounidenses y extraditado a Checoslovaquia en 1947 donde acabaría condenado y ahorcado por crímenes de guerra.
Las autoridades de las SS produjeron una película que mostraba a los residentes del ghetto, que previamente habían sido instruidos sobre como actuar y qué decir, como prueba del buen trato que supuestamente se daba a los judíos de Theresienstadt. Las autoridades alemanas finalmente decidieron no proyectarla, aunque tu podrás ver una parte del rodaje original al final de este post. Una vez terminada la inspección, todos los que participaron en la película y prisioneros que se reunieron con la Cruz Roja fueron deportados a Auschwitz en un intento de eliminar cualquier evidencia del engaño.
Rodaje de la película producida con motivo de la visita del CICR a Theresienstadt
Al finalizar, uno de los representantes de la CICR presentes en dicha visita, Maurice Rosell, escribió en su diario: ¨En cuanto entramos al guetto vimos que aquí nadie sufría desnutrición. Las raciones son similares a las del resto del Protectorado, con la diferencia de que no hay huevos y queso, y la mantequilla se sustituye por margarina. Parece que aquí hay incluso algunas cosas que son casi inaccesibles en Praga¨.
Si vergonzosa fue la actitud de Burckhardt como vicepresidente de la CICR durante el conflicto por ingenuidad o complicidad, no menos lo fue al finalizar el mismo que curiosamente coincide con el período en el que Burckhardt ejerció como presidente del CICR cargo que ocupó de 1945 a 1948. El fracaso moral de la Organización seguía latente, destacando durante esos esos años por la negativa a condenar a los nazis cuando sus atrocidades salieron a la luz, y por su oposición a los juicios de Núremberg calificándolos de ¨venganza judía¨. Parecía claro que para muchos miembros del CICR, los juicios de Nuremberg podrían poner en duda tanto sus lealtades personales como la neutralidad de la organización.
Lo más grave vendría después y sucedería cuando cientos de miles de personas se encontraron sin documentos de viaje válidos y, muchos de ellos, sin medios de identificación personal. Para abordar el problema, las Naciones Unidas crearon la Organización Internacional para los Refugiados (OIR) y a los que atendió utilizando rigurosos métodos de detección, negándose a ayudar a aquellos que podían haber cometido crímenes de guerra o colaborado con los países del Eje: Alemania, Italia y Japón. El CICR, con Burckhardt a la cabeza de la organización e inicialmente sin un mandato internacional, comenzó a emitir sus propios documentos de viaje para ayudar a los excluidos por la OIR bajo la justificación de ¨emergencia humanitaria¨. El número de documentos expedidos es difícil de precisar, se estima en unos 100.000 documentos de viaje entre 1946 y 1950, la mayoría de ellos reales pero unos 2.000 lo fueron a criminales de guerra y colaboradores nazis de toda Europa, ayudando a muchos nazis a escapar de la justicia.
Sin la complicidad de funcionarios del Vaticano (que veremos en otro post) y el apoyo financiero de Londres y Washington no hubiera sido posible todo este movimiento tan importante de refugiados al finalizar la Segunda Guerra Mundial. En ambos casos lo consideraron como ¨un riesgo calculado¨ que entre tan ingente número de refugiados pudieran escapar criminales nazis. Estados Unidos, a diferencia de la mayoría de los países, no reconocía que los documentos de viaje del CICR fueran válidos para poder ingresar en su país. Pero no puso impedimento ni denunció esta situación por puro pragmatismo, la llegada de exmiembros de las SS con gran formación militar y experiencia en combate a Sudamérica ayudaba a reforzar de esta manera a las dictaduras sudamericanas frente al avance comunista en dichos países.
La falta de rigor en la expedición de estos documentos por del CICR no puede considerarse como un desliz involuntario o un error burocrático ya que la mayoría de estos nazis buscados por las autoridades viajaron con sus datos de identificación y fechas de nacimiento correctas. Lo único que no era cierto era su nacionalidad que deliberadamente constaba como apátridas (el CICR únicamente podían expedir documentos de viaje a estas personas). Sólo era necesario que dos testigos dieran fe de su identidad sin necesidad de aportar ningún otro documento. Un mismo solicitante podía lograr varios documentos con diferente titularidad. El CICR se justificaba en que la ¨convicción política¨ no era motivo para excluir a nadie de estos documentos. El vicepresidente del CICR en aquel momento, Jean Pictet, afirmó de manera inequívoca: ¨Los culpables no están excluidos de esta asistencia si la necesitan¨.
Uno de estos casos mejor documentados fue el del Dr. Josef Mengele, antiguo médico del campo nazi de Auschwitz, que se convirtió en un tal ¨Helmut Gregor¨. Lo mismo ocurrió con Adolf Eichmann cuando en mayo de 1945 logró integrarse en las masas de prisioneros de guerra alemanes bajo custodia de los aliados con una falsa identidad, para posteriormente en 1950 hacerse con a falsa identidad como apátrida a nombre de ¨Ricardo Klement¨. El cual, Siguiendo la denominada ¨ruta de las ratas¨ a través de los Alpes hasta Génova logró llegar hasta Sudamérica donde recibió ayuda de nazis locales. Finalmente, en 1960 fue descubierto y capturado por el MOSAD en Argentina en 1960, siendo secuestrado y trasladado a Israel donde fue sometido a juicio siendo condenado a muerte y ejecutado en 1962. (cuya peripecia lo contaremos en otro post).
Otros que lograron escapar de la acción de la justicia gracias a estos documentos fueron: Klaus Barbie, Franz Stangl, Walter Rauff, Ante Pavelic, Erich Priebke, Josef Schwammberger o Ludolf von Alvensleben (Teodoro Kremhart), que son únicamente ¨punta de un iceberg¨ la mayoría aún por investigar. Destacando en la ruta de transito el importante papel de Italia, así como las delegaciones del CICR en Roma y Génova. Argentina es actualmente el destino mejor documentado de la emigración nazi. Se estima en unos 300 los que lo hicieron a través del puerto de Buenos Aires en el Río del Plata.
Solicitud de documentos de viaje al CICR con identidades falsas usadas por Josef Mengele, Klaus Barbie y Adolf Heichmann
Argentina no era el único destino deseable para los fugitivos; España, los países del Cercano Oriente o los de América del Norte y del Sur, incluidos Estados Unidos y Canadá, parecen haber sido lugares muy solicitados para reubicarse. En la emergente Guerra Fría, el deseo de huir de las patrias ahora comunistas resultó ser una poderosa justificación al ser clasificados en 1950 como ¨luchadores por la libertad contra los soviéticos¨ . Por ello, unos 9.000 ucranianos de la antigua División Waffen SS Galizien, algunos de ellos había servido como guardias en campos de concentración, (a requerimiento del arzobispo ucraniano Ivan Buchko) llegaron a Gran Bretaña a través de Italia y, de allí, a las costas canadienses, donde se hicieron pasar por colonos agrícolas dispuestos a trabajar en las vastas tierras de cultivo de Canadá. También se hizo lo mismo con colaboradores y soldados bálticos de las Waffen SS.
Con el tiempo, las críticas que esto generó desde diversos ángulos se convirtieron en una carga y una mancha para la Cruz Roja. Por ello en 1996, el CICR abrió sus archivos de Ginebra correspondientes a las Segunda Guerra Mundial, lo que ha permitido que investigadores hayan podido analizar estos documentos y publicar algunas de sus conclusiones. Lo que parece incuestionable es que la organización humanitaria internacional conocía la ¨solución final de la cuestión judía¨ desde la primavera de 1942. Sin embargo, no alertó ni denunció al mundo lo que estaba sucediendo, no condenó ni ayudó ni protegió a millones de víctimas, teniendo un comportamiento ignominioso.
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