6. THEODOR MORELL: EL ¨CAMELLO¨ DE HITLER

             "No puedo permitirme el lujo de que me consideren un enfermo,

     eso debilitaría mi posición política"

  (Adolf Hitler)

    Como muchos hombres que, a lo largo de la historia, han detentado o detentan el poder absoluto, Adolf Hitler era un hipocondriaco. La principal característica de la hipocondría es la preocupación y el miedo a padecer o la convicción de tener, una enfermedad grave a partir de la interpretación personal de alguna sensación corporal u otro signo que aparezca en el cuerpo. 

    Tenía pánico a que le apareciese un cáncer, su madre Klara Pölzl había muerto de esa enfermedad con sólo 47 años, lo que le hizo creer que también moriría joven.  Consideraba que la dieta omnívora era una de las causante de dicha enfermedad, además decidió no fumar ni beber alcohol. No obstante sus problemas de salud reales fueron apareciendo progresivamente. Después de la guerra, los archivos médicos de Hitler desaparecieron y las únicas pruebas que quedaron fueron las notas tomadas por su médico personal y los relatos de los testigos presenciales.

    Antes del ascenso nazi al poder, la Alemania de entreguerras sus laboratorios se había convertido en el mayor centro de elaboración y distribución de cocaína (80% a nivel mundial) y otras drogas  como el LSD, las anfetaminas o la morfina. Su consumo social era importante  debido principalmente a una profunda crisis social y económica. No obstante estas sustancias fueron ilegalizadas durante el III Reich con el objetivo de limpiar la imagen del país.  Este hecho no terminó con su consumo sino que hizo que a partir de aquel momento muchas personas llevaran sus adicciones en secreto, incluidos varios jerarcas nazis como el mismo Göring con su adicción a la morfina.

    Muchos narcóticos  se reconvirtieron  en productos farmacéuticos para usos distintos, como el Pervitin (metanfetamina hidrocloruro MA) una adictiva sustancia estimulante  legal ampliamente disponible para la sociedad y droga de moda en Berlín como "estimulante recreativo" hasta 1939. Después su producción fue orientada por los nazis al consumo de sus fuerzas armadas para combatir el cansancio y generar sentimientos de euforia. Hoy conocemos los efectos nocivos de estas drogas y cómo "enganchan" a millones de personas en todo el mundo, pero en los años 40 apenas había literatura científica al respecto.

 
Laboratorios Temmler en Berlín donde se fabricaba el Pervitin

     Los primeros problemas de salud reales de Hitler fueron sus dolores estomacales y espasmos periódicos que trataba de controlar a través de una estricta dieta. El traumatólogo Karl Brandt (1904-1948) afiliado a las SS se convierte en 1934 en su primer médico personal y no parece que tuviera mucho éxito en el tratamiento de esos problemas gástricos. En cualquier caso, su influencia se iría reduciendo progresivamente, finalizando cuando en 1939 cuando es nombrado Comisionado del Reich para Sanidad y Salud desde donde dirigiría el programa de experimentación criminal con seres humanos (AktionT4) hasta que fue destituido en octubre de 1944. Posteriormente una vez terminada la contienda seria juzgado y ejecutado como criminal de guerra en 1948.

 
Brand con Hitler en el Obersalzberg y ante el cadalso antes de ser ahorcado 

    En mayo de 1935 sufrió una progresiva ronquera que le impedía frecuentemente  realizar sus discursos, por ello tuvo que acudir a un prestigioso otorrinolaringólogo  de Berlín, Carl Otto Von Eicken (1873-1960). Hitler pensó que estaba gravemente enfermo y que perdería su voz, creía firmemente que tenía un cáncer de garganta, "si hay algo malo, absolutamente tengo que saberlo", dijo Hitler al medico en su primera consulta, finalmente fue sometido a una operación en donde se le extirpó un pólipo benigno de sus cuerdas vocales. Estos problemas con la voz se añadirían a los digestivos y que le acompañarían hasta el final de sus días. 

Carl Otto Von Eicken con Hitler

    En 1935 conoció a través de su fotógrafo favorito Heinrich Hoffmann, al que se convertiría en el médico en el depositaría toda su confianza a partir de ese momento Theodor Morell (1886-1948). Había estudiado medicina en Francia y mantenía una conocida consulta  de "enfermedades de la piel y venéreas" en la elegante  Kurfürsterdamm de Berlín. Eran muy conocidos también sus tratamientos con supuestas disfunciones sexuales para las que recetaba testosterona a los hombres. Morell intentaba evitar a las personas "realmente enfermas" a las que remitía discretamente a los médicos pertinentes, mientras que el se dedicaba con mucha atención y cuidado a las clases sociales pudientes, que a menudo acudían con dolencias "psicosomáticas" y no tenían ningún reparo en derrochar sus fortunas. 

                                                                     Theodor Morell y su consulta en el  216 Kurfürsterdamm de Berlín 

    Sus métodos eran considerados por sus colegas poco ortodoxos, basados más en la ignorancia que en un conocimiento exacto de la ciencia ya que era un entusiasta de las nuevas medicinas y tratamientos milagrosos.  Era una persona de gestos vulgares y de aspecto un tanto repugnante además de poco amante del aseo. La misma Eva Braun que, por razones obvias, tuvo mucho más trato con Morell del que a ella le hubiera gustado, describió al médico como "asqueroso" y su consulta como una "pocilga". 

    Hitler por aquel entonces le consultó sus problemas digestivos crónicos que hasta ese momento intentaba aliviar  con un régimen de autolimitaciones. "Ya casi nada me sienta bien y tengo dolores después de cada comida" llegó a confesar Hitler a Albert Speer como refleja en sus memorias. Morell dedujo que tenía poca flora intestinal a causa de un mal nervioso, recentando uno de sus novedosos tratamientos, consideraba que cualquier dolencia podía curarse con éxito con la combinación adecuada de sustancias. Una de las pastillas recetadas eran el Mutaflor que es un producto probiótico compuesto por bacterias intestinales y que aún se comercializa  actualmente.

      

    El problema radicaba en que otras de las pastillas recetadas contenían no sólo Atropina (una sustancia peligrosísima que ataca directamente al sistema nervioso vegetativo) sino también estricnina, un potentísimo veneno que era empleado como estimulante del sistema nervioso. Hitler tomó las pastillas durante el resto de su vida y no se sabe bien qué consecuencias tuvieron para su salud. Lo que parece seguro es que su hígado quedase resentido. 

    Pero las pastillas tuvieron su efecto positivo y Hitler se sintió curado de sus dolencia a las pocas semanas por lo que le nombró oficialmente como su médico personal con un salario de 60.000 Reichsmarks al año (cinco veces el salario de un profesor universitario) y lo mantuvo a su lado  durante nueve años de 1936-1945 por encima de todos los demás doctores, alejándose con esta decisión de los caminos de la medicina tradicional. 

   Aquella decisión fue una sorpresa en todo su entorno que no simpatizaban precisamente con Morell, pues muchos lo consideraban superficial y charlatán, además de por su desagradable olor personal que despedía. "No lo traje por como huele, sino porque cura mis enfermedades", "Nunca me había dicho nadie con tanta claridad y precisión lo que me ocurre"parece que llegó a decir Hitler. Le gustaba ya que era un médico que no le examinaba de forma exhaustiva y que no hacía demasiadas preguntas que le obligara a dar explicaciones de aspectos personales que no le agradaban. A partir de ese momento para Morell pasaría a ser el "paciente A", como así refleja en sus anotaciones.

                                Morell en  Berchtesgaden                                                                                                                      

    Desde 1937 hasta casi la muerte de Hitler por suicidio en 1945, Theodor Morell le suministró diariamente "suplementos medicinales" por vía intravenosa tónicos comerciales como el Gyconom que contenían, además de vitaminas B1, B2 y C,  componentes de origen animal como músculo cardiaco, glándula adrenal, hígado y páncreas. Otros preparados inyectados contenían placenta, testosterona bovina y extractos que contenían vesículas seminales y próstata para combatir la depresión. En esta época existía la creencia popular que los extractos de glándulas animales eran "elixires de juventud". 

    Del consumo compulsivo de complejos vitamínicos, hormonas, enzimas  y extractos de origen animal paso a inyecciones de glucosa intravenosa al 20% (bastante eficaz inyectado directamente en vena como aporte inmediato de energía) cuya sensación tanto le gustaba a Hitler. Sus achaques constantes debido a sus obligaciones, reveses de la guerra y otra clase de preocupaciones , fueron que éste se hiciese cada vez más dependiente de los ¨refuerzos¨ que le inyectaba su médico de cabecera, que se convirtió rápidamente en una de las personas más cercanas y más apreciadas por el dictador.

 Morell detrás de Hitler 

    Sin embargo, de ser un consumidor convulsivo  de las inyecciones de vitaminas y glucosa, rápidamente darían paso a otras sustancias cada vez más potentes, más estimulantes, pero por lo mismo más peligrosas y adictivas. Hitler acabó siendo un drogodependiente, pero no al principio.  Todo parece que comenzó a cambiar a partir de agosto de 1941 coincidiendo tras la invasión de la Unión Soviética. Los primeros contratiempos darían paso rápidamente a otras sustancias cada vez más potentes, más estimulantes, pero por lo mismo más peligrosas y adictivas como los barbitúricos.  

    En 1943 comenzó su ingestión de drogas clásicas consumiendo opiáceos por primera vez, en concreto Eukodal (mezcla de cocaína y morfina). Se trataba de un analgésico opioide semisintético creado por los laboratorios alemanes de la época, un primo farmacológico de la heroína, pero que producía un efecto de euforia mucho más potente. Hoy en día es conocido genéricamente como Oxicodona. Entre sus efectos destacan que estimula los procesos mentales haciendo que las personas se sientan más despiertas. 

                              

    Su primera ingesta de Eukodal  parece que se produjo en julio de 1943 cuando Hitler tuvo que desplazarse a Villa Gaggia en Italia (Feltre-Venecia) para una reunión con Mussolini. Este quería romper el Pacto Roma-Berlín y el Führer se encontraba muy preocupado por ello. Después de una inyección de Eukodal, Hitler se sintió tan extremadamente bien que pidió una segunda ronda antes de ir al aeropuerto. Hay informes de que estaba tan eufórico que no paraba de hablar en esa reunión, logrando convencer a Mussolini de que permaneciera apoyando a Alemania. El doctor Morell anotaría en su diario "El Fúhrer está bien, tampoco ha sufrido molestias durante el vuelo de vuelta. Por la noche, ya en Obersalzberg, ha declarado que el éxito de la jornada se debe a mí"A partir de ese momento su consumo llegó a alcanzar los 20 miligramos al día, una dosis muy elevada que le acabó convirtiendo en un adicto, comenzando una fase de autodestrucción en donde su salud se deterioraría  rápidamente.

                                                                                                                                           Reunión de Hitler con Mussolini en Villa Gaggia

    Para 1944, aunque sólo tenía 55 años, Hitler ya no era un hipocondriaco como en los años 30, sino un auténtico enfermo sufriendo de varias dolencias. Había envejecido de golpe, su organismo se encontraba bastante deteriorado física y mentalmente y le había aparecido en su brazo y pierna izquierda el temblor típico de los enfermos de Parkinson. A partir de ese momento podemos llegar a considerar a Morell como el "camello de Hitler" ya que podía ser llamado a cualquier hora del día o de la noche, un servicio de 24 horas para suministrarle e inyectarle el Eukodal que lo que le hacía sentirse mejor.

     En este contexto de autodestrucción llama poderosamente la atención lo sucedido después del atentado de Von Stauffenberg el 20 de julio de 1944 en la Wolfsschanze o "Guarida del Lobo", cuando una bomba ubicada bajo una mesa casi acaba con la vida de Hitler. Tras la explosión, el Führer tenía planeado reunirse con Mussolini. Todo parecía indicar que ese encuentro no se podría celebrar porque Hitler acabó muy dolorido, con heridas en su brazo derecho, con los tímpanos reventados y con trozos de astillas de madera de la mesa clavadas en sus piernas. Pero ocurrió que Morell le puso una inyección de Eukodal que actuó como analgésico y revitalizante. En contra del consejo de sus asesores la reunión se celebró, fue a la estación de tren y a Mussolini le pareció un milagro verle de pie. 

                                                                                                            Hitler se reúne con Mussolini después del atentado de julio 1944, saluda con su mano izquierda

     De las lesiones en los tímpanos como consecuencia del atentado fue atendido por el especialista otorrinolaringólogo doctor Erwin Giesing (1907-1977 que se unió al equipo médico del dictador. En su tratamiento para aliviar el dolor en sus oídos añadió a la solución un 10% de una nueva droga la cocaína. Como Morell le continuaba suministrando Eukodal que era un opiáceo, se provocaba una reacción llamada "speedball", lo más fuerte que puede sentir un drogadicto. Curiosamente, incluso el temblor de su mano izquierda que se había ido acentuando, cesó a raíz de la explosión, para volver  de nuevo posteriormente en septiembre de  forma más grave a medida que los ejércitos aliados y rusos avanzaban hacia territorio germano. 

    No está muy claro si Morell no tenia conciencia de las repercusiones que podía tener mezclar determinados medicamentos o drogas en el organismo y no comprendía los efectos secundarios ni las contraindicaciones de las drogas que recetaba o si por el contrario se produjo una falta de comunicación entre los galenos. 

    Semanas después, y como Hitler se encontraba severamente desmejorado, Morell continuó utilizando las drogas para mantener su ritmo de trabajo. A partir de ese momento y según los informes de Morell a Hitler se le administraron más de cincuenta dosis en 75 días. Bajo los efectos añadidos de esta droga, Hitler ordeno la ofensiva de las Ardenas, que estaba claramente destinada al fracaso.

                                                                                                                         Morell saluda a Hitler en el Cuartel general de la Guarida del Lobo - Polonia

    El consumo de drogas de Hitler fue un secreto a voces en el Tercer Reich. Joseph Goebbels, el ministro de propaganda, dejó de hecho escrito en la entrada de su diario de marzo de 1945 que las sustancias recetadas por Morell podían ser a largo plazo sumamente dañinas para Hitler. Incluso el mismo Adolf Hitler sospechaba de esta situación. Una vez, de hecho, le preguntó abiertamente a Morell si le estaba convirtiendo en un adicto. El médico le contestó que no porque, mientras que los cocainómanos esnifaban droga a través de la nariz, él le estaba suministrando únicamente una solución diluida de cocaína.

    Durante sus últimos días en el búnker el material empezaba a escasear. Las fábricas, las empresas farmaceúticas, habían sido bombardeadas y no podrían distribuir los fármacos necesarios. Morell enviaba mensajeros a todos los rincones de Berlín para encontrar las drogas que necesitaba, pero llegó un momento que era imposible. Parece que este fue el motivo de una fuerte discusión con Hitler el sábado día 21 en donde incluso amenazó con ejecutarlo. En la noche del 22 al 23 de abril todos los que pudieron trataron de abandonar Berlín y Morell no podía ser una excepción y entre sollozos solicitó permiso a Hitler. ¨Creo que ya no necesitaré sus drogas¨ parece que fueron las últimas palabras que le dijo Hitler. En los últimos días con vida de Hitler en el búnker fue atendido por el médico de las SS Ludwig Stumpfegger.

 Focke Wulf Ew 200 Condor

    Morell entre temblores se puso ropas de civil y en automóvil se dirigió al aeropuerto de Gatow (aún controlado por los alemanes) desde donde esa misma noche voló a Múnich en un Focke Wulf Ew 200 Condor, en uno de los últimos aviones que pudieron hacerlo desde Berlín. Así partió el que durante tantos años fuera médico personal de Hitler, la persona a la que este había nombrado catedrático, a la que había distinguido con la insignia de oro del Partido y concedido la Cruz de Caballero. 

    Estuvo preso en un campo de prisioneros estadounidense pero nunca llegó a ser acusado de ningún delito. Fue liberado en 1947 con el certificado de excarcelación número 52.160 en el que se le absolvía de crímenes de guerra. Morell murió en un estado de indigencia el 26 de mayo de 1948, en un hospital de Baviera, Alemania.  

     Paradojas del destino, nunca pudo disfrutar de las importantes cantidades de dinero que llegó a acumular durante el conflicto bélico gracias a su proximidad con Hitler. Según Von Loringhoven, había hecho construir laboratorios en Hamburgo y logrado el control de algunas instalaciones en Olmütz (República Checa), donde fabricaba medicamentos de dudosa eficacia, entre otros el Russen Puder ("polvo rojo") que se decía que actuaba contra los insectos y los piojos. Morell se aprovechó de su posición para lograr que se impusiera por decreto su uso en el ejército de su mediocre producto que tenía un olor insoportable pero con el que logró ganar muchísimo dinero. Sus chocolates vitaminados también fueron un esplendido negocio. Para Trevor-Roper "Su único dios era la riqueza, le importaban muy poco tanto la ciencia como la verdad".

"Polvos Rojos" del Dr. Morell

   Le faltó tiempo para disfrutar de la mansión de lujo que había adquirido en Schwanenwerde, junto al Wannsee cerca de Berlín, ni tampoco pudo casi hacerlo de la que disponía cerca del balneario de Heringsdorf, junto al mar Báltico. Una tercera residencia en Berchtesgaden se quedó sin concluir. 

    A modo de resumen y revisando las notas que dejó en su diario el doctor Morell, estas nos muestran con detalle que el médico le suministró a Hitler un total de 800 inyecciones en un periodo de 1.349 días, detallando el tipo de drogas (conocido como el "maestro de la jeringa"), convirtiendo a su paciente en un adicto a cualquier sustancia que le permitiera "mantenerse activo" y le ayudara en el día a día.

     Mucho se ha cuestionado y ha sido controversia entre los historiadores, si el abuso en el consumo de drogas o si sus enfermedades físicas o mentales en que medida pudieron influir en su grado de maldad o crueldad. Esto se debe en parte a que la mayoría de la gente se resiste a aceptar semejante grado de maldad como algo que no es sino consecuencia de una conducta psicótica pero también otros consideran que este tipo de enfoques le descargaría de responsabilidades.

   La conclusión mayoritaria es de que si bien Hitler tenía delirios paranoicos que podrían ser un síntoma de trastorno mental, su personalidad funcionaba mayormente de una forma más que idónea. Fue una persona absolutamente consciente de todos sus actos. Las drogas no convirtieron a Hitler en alguien bueno o malo, era malvado antes de tomar drogas, pero pudieron impedir gestionar el final de la guerra con cierta cordura.

                    




Comentarios

Entradas populares de este blog

16. EL U-BOAT 977 EN EL QUE HITLER PUDO ESCAPAR

1. LOS GUARDAESPALDAS DE HITLER

20 EL VERDUGO INCOMPETENTE DE NUREMBERG